Safari de lujo en Tanzania. Cómo hacer el visado, lodges, tent camps, hoteles coloniales…

Actualizado el 13 octubre, 2020 por Juan Diaz de Viajes BIDtravel

Marta de Bidtravel

Tras una buena temporada sin escribir, vengo con la experiencia del último viaje: el mejor de los que llevo en las espaldas, y probablemente el mejor de todos los viajes que haré en mi vida.
Antes de empezar, quiero pedir disculpas por mi destreza como fotógrafa y la calidad de las fotos. Soy muy mala sacando fotos, y las hice todas con mi móvil, así que no son precisamente como para sacarlas en el National Geografic.
Un safari por el norte de Tanzania en tent camps de lujo.
Para el que no lo sepa, un tent camp, es un hotel en el que las habitaciones son tiendas de campaña, pero que tienen tanto de tienda de campaña como yo de premio Nobel de física… Son tiendas porque la pared es de tela, pero tienen su cuarto de baño con duchas e inodoros de verdad, con agua corriente, y algunas son más grandes que mi casa.
Prueba de ello son estas fotos:
Tras la llegada al aeropuerto de Kilimanjaro, y pasar la laaaaaaaarga y sudorosa cola para pagar el visado, salí y al hotel KIA lodge a dormir.
El visado de Tanzania, entrando en un vuelo internacional se hace directamente a la llegada, y es muy fácil de hacer.
En el avión os darán un papel para rellenar con los datos que piden siempre para este tipo de cosas: cuántos días te vas a quedar en el país, en qué hotel, el número del pasaporte… todo este tipo de cosas.
Simplemente se trata de esperar una larga cola (recomiendo salir rápido del avión para ponerse de los primeros, y no hacer como yo que salí casi la última y me «comí» toda la fila), e ir pasando por tres mostradores: el primero, es la ventanilla para pagar. Les entregas el papel que te dieron en el avión y que has rellenado previamente y tu pasaporte, junto con los 50 dólares o 50 euros que cuesta hacer el visado.
La señorita de la ventanilla te dará un recibo de los 50 dólares/euros y te dirá el siguiente mostrador al que tienes que ir.
En el siguiente mostrador, entregas todo de nuevo junto con el recibo que te ha dado la señorita, y puede que el policía te pregunte de nuevo el nombre del hotel o algo así.
Son muy amables, y si no te entiendes bien en inglés con ellos se intentan hacer entender.
Este policía, pone un sello en el pasaporte, y te manda a la siguiente ventanilla, donde otro policía te vuelve a pedir los papeles, y te pide que pongas los dedos en una máquina que registra tus huellas dactilares.
Finalmente, ya puedes entrar en el país.
Tras una noche acostrumbrandome al nivel de humedad, vinieron a recogerme para empezar nuestra ruta, rumbo al parque nacional de Tarangire, con una pequeña parada en Kimeno (donde había un pequeño hotel entre cafetales maravilloso).
En Tarangire, a pesar de ser un parque más bien pequeño (sobre todo comparándolo con los demás que visité) vi los primeros elefantes. Familias enteras pasaron junto a nosotros, con los pequeños agarrándose con las trompas a los rabos de sus madres.
También vimos un elefante de «5 patas» jejeje. La foto no tiene mucha calidad, pero se aprecia la quinta pata 😉
Esa noche dormimos en el Maweninga Camp, que de todos los lugares donde dormimos, era el más «sencillo», pero podéis ver en la foto la habitación que tuve…  yo diría que es de todo menos sencillo.
Al día siguiente, tras otro paseo por el parque de Tarangire, viendo más y más animales que ni se inmutan por ver pasar un todo-terreno, comimos en el Tarangire Safari lodge: un lodge en medio de la nada, viendo a lo lejos los ñus y algún que otro búfalo mientras comíamos, sin ningún tipo de barrera entre nosotros. La filosofía de este tipo de alojamiento, es no interferir en el entorno.
Esa noche, dormí en el Bashay Rift lodge. Un hotel que es como si fuera una casa colonial, con su huerto donde hay muchas verduras, café e hierbas aromáticas que usan en la cocina del hotel para hacer los platos. El atardecer desde la terraza del bar del hotel… simplemente indescriptible. No tengo ninguna foto que haga justicia a tal belleza. Pero lo intenté jejej.
Al día siguiente (después de madrugar para ver un magnífico amanecer desde la cama), me llevaron al Cráter del Ngorongoro. Esta es la reserva natural que a mí más me gustó a pesar de que no fue un día ideal, llovió y estuvo nublado. Pero es un entorno único. Estás en la caldera de un viejo volcán, en el que el suelo de tierra volcánica, hace que la naturaleza parezca artificial de lo impresionante que es: la hierba más verde, los árboles con más hojas… todo parecía exagerado.
En el cráter, conviven todos los animales que están más bien gorditos de todo lo que comen, leones, hipopótamos, elefantes, cebras, búfalos, hienas y miles de especies de pájaros… todos en completa armonía. Y aquí es donde vimos leones cazando y comiendo.
Con eso puedo decir que mi viaje ha cumplido su objetivo 🙂
En las fotos se puede ver lo cerca que pasan de ti los animales.
Lo mejor del día -después de ver a las leonas cazando y al león comiendo (y ver a alguna hiena acercándose disimuladamente) – … fue que nos prepararon un buffet en el propio parque, con una carpa para protegernos del sol, y un par de maasaïs para protegernos de los animales.
Tras la tarde recorriendo otra parte del parque, llegué al siguiente alojamiento: el Olduvai Camp, que es una maravilla de cómo se ha podido integrar el hotel en el entorno. Está «incrustado» en una formación rocosa. Llegamos allí después de un paseo a pie con un maasaï con el que estuvimos prácticamente toda la tarde – noche hasta el atardecer, hablando de su forma de vida nómada y sus costumbres.
En la siguiente foto, se puede ver a nuestro amigo maasaï Frederick, y al fondo, una mini montañita. Pues ese era nuestro hotel.
Al día siguiente, me fui hacia el famoso parque del Serengeti. La verdad es que no defrauda. Es enooooooooooorme, desde algunas partes altas puedes ver pasar las migraciones, y de tantos herbívoros que ves pasar, no se ve el verde del suelo, sólo se ve el negro de sus cuerpos.
La cantidad de animales que hay en este parque es increíble. ¡Es un parque que tiene el tamaño de media Bélgica! Tras un día de ver gacelas, cebras, impalas, muchas jirafas, elefantes y miles y miles de ñus, comimos en el Ronjo Camp, que también está en medio de la nada, y es impresionante: el único defecto que hubo este día: que fue un día con un montón de mosquitos, y al comer al aire libre, te molestaban un poco, pero nada que pueda empañar el comer en un lugar tan especial.
Esa noche la pasamos en el Grumeti hills que también es otro ejemplo de cómo integrar el hotel al entorno que tenemos. Al atardecer, me di un baño en la piscina sin borde que tienen… y eso sí que es mágico.
Más tarde, hicimos un pequeño safari nocturno, para cenar bajo la luz de las estrellas junto a un río. Fue una noche en la que se vieron especialmente pocos animales, parece ser que se habían ido todos a dormir excepto algunos conejos.
Finalmente, se acaba lo bueno: el regreso, aunque todavía nos quedaba alguna sorpresita para añadir anécdotas al viaje.
Tras un pequeño safari mañanero, llegamos a coger nuestro vuelo desde el parque del Serengeti, hasta Kilimanjaro, donde cogeríamos nuestro vuelo internacional.
Lo que me maravilló fue el aeropuerto… os dejo la foto para que vosotros mismos apreciéis la tecnología punta con la que cuentan.
Las dos casetas que se ven detrás de mí: una es un generador eléctrico con un par de placas de sol, y la grande, son los baños (a los que se da luz con el generador), pero que nadie usa, porque cuando los instalaron, alguien robó las puertas, y así se quedaron para siempre.
Ese es todo el aeropuerto, ni pista, ni nada. Sólo nuestra avioneta, y ya.
Tras una comida, cogí el vuelo internacional de vuelta a la triste realidad, y me preparé para unas 10 horitas de vuelo de regreso.
Otros puntos a destacar del viaje, es lo bien que comí (bien y muy sano por cierto), y lo fantásticamente que se duerme, todos lo comentábamos: dormíamos como bebés.
Para todos los que tengan curiosidad: no, no se come gacela ni cocodrilo: se come pollo, cerdo, mucha verdura, sopas… los alimentos son los mismos que los que tenemos aquí.
¿Qué cuántos animales vi? Pf, no sabría decirlos todos: Elefantes, cocodrilos, jirafas (que por cierto, son el animal nacional de Tanzania), hienas, antílopes, cebras, lagartos extraños, ñus, facóqueros (lo que era Pumba el del Rey León), búfalos, avestruces, cabras y vacas de los maasaïs, miles de clases de pájaros(sólo me acuerdo del nombre del pájaro secretario y de los butres), leonas y un león macho (hago la distinción, porque ver a los machos es más difícil, no por algún tipo de sexismo animal jeje), hipopótamos dentro y fuera del agua, babuinos, gacelas, impalas, una especie de roedor, con cuerpo de conejo, y cara de ratón y alguna que otra tortuga alocada que cruzaba los caminos arriesgándose a que las atropellásemos.
Y aquí dejo mi experiencia de viaje a Tanzania. Mi amigo Frederik el maasaï y yo nos despedimos por hoy. Si queréis hacer un viaje como el mío, podéis reservarlo aquí pero también montamos viajes a medida, y con extensión en playa en Zanzíbar, no dudes en consultar.
En unos días me voy a Colombia, ya os contaré qué tal me fue.
¡Seguid viajando!


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